La Libertad no es simplemente un privilegio que se otorga; es un hábito que ha de adquirirse.

David Lloyd George, (1863-1945)


sábado, 29 de diciembre de 2007

El contrato de matrimonio


por el Dr. Clip




Las horas y aún los minutos discurrían con exagerada lentitud en la implacable mesa de examen de Derecho, desafiando las ecuaciones sobre espacio-tiempo, en la tarde calurosa y húmeda de marzo.


El examinando parecía haber estudiado lo imprescindible, si bien sus respuestas tenían alguna propiedad y cierto manejo del léxico de la asignatura.


El examen promediaba con dudoso éxito hasta que llegó el momento crítico, ese que todos los que han podido capearlo aun lo recuerdan trémulos de emoción y los otros, los que no pudieron, tratan de olvidar.


El profesor preguntó incisiva y concretamente: ¿Qué se entiende por contratos sinalagmáticos? Ante el ominoso silencio del alumno, subrayado por una imparable y tenaz transpiración que amenazaba anegar los alrededores, el inquisidor le dio una oportunidad salomónica ¿son contratos unilaterales o bilaterales?


Encomendando su joven alma de estudiante a la equitativa Señora de la balanza y los ojos vendados, y sin reparar que su respuesta sería un simple aporte al trágico preludio del desastre, el alumno contestó con voz vagamente temblorosa "...bilaterales ..."


"Bien ... ahora ilustre a los integrantes de esta mesa con un ejemplo de contrato bilateral", expresó con una leve sonrisa el otro examinador.


Aprovechando la confusión producida por la entrada de los responsables del servicio de cafetería y en un rapto de audacia demencial, el alumno expresó entre dientes "... el contrato de matrimonio ..."


La expresión coincidió con esos profundos, absolutos silencios que ocurren a veces en medio de esas terribles batallas intelectuales que han dado en llamar exámenes y que los estudiosos de la acústica no han podido aclarar aún cabalmente.


Ya no podía retroceder; había cruzado su Rubicón; le pareció que el universo entero había escuchado las fatídicas e insostenibles palabras que debían camuflarse -según sus hábiles cálculos- con los ruidos propios de las tacitas y sus respectivos platos, esas cucharitas que siempre se caen y las cortesías que expresan los circunstantes.


Los examinadores se limitaron a mirarlo con cierta curiosidad y, en ese instante supremo, se sintió extrañamente sereno, lúcido y decidido a sostener insólitos, pero no por ello menos respetables, principios iusfilosóficos.


"Efectivamente ..." dijo con alguna suficiencia no exenta de docta humildad, "... podemos considerar como ejemplo típico al contrato de matrimonio, que es aquel en virtud del cual una persona se compromete a dar a la otra todos los alimentos que pueda obtener a través del desarrollo de una actividad y/o actividades lícitas y esta, a su vez, se compromete a entregarle a la primera, previamente cocinados, el cincuenta por ciento de los mismos".


El calor y la humedad de la tarde se mantenían firmes cuando ocupó una de las mesas del bar que estaba en la esquina de la Facultad. Le habían entregado la libreta con inaudita celeridad, inmediatamente después de la expresión de sus discutibles ideas sobre la materia. La puso sobre la mesita, la miró largamente y antes de pedir una bebida cualquiera pensó, sabiamente, que el Derecho puede resultar, a veces, un profundo misterio.


No hay comentarios: